Hay raíces históricas a estas cuestiones. Primero tuvimos la computadora, luego se inventó Internet, que conectó estas computadoras independientes entre sí a través de un protocolo de transmisión de datos. En los primeros días de las computadoras personales, solíamos guardar datos en un disquete, expulsarlos, acercarnos a la persona que necesitaba el le y copiarlo en su computadora para que pudieran usarlo. Si esa persona se encontraba en otro país, tendría que enviarle el disco oppy por correo. Internet y la aparición de la WWW pusieron fin a esto al proporcionar un protocolo de transmisión de datos – TCP/IP – que hizo que la transferencia de datos fuera más rápida y redujo enormemente los costos de transacción del intercambio de información. Diez años más tarde, Internet se hizo más maduro y programable. Vimos el surgimiento de la llamada Web2, que nos trajo redes sociales y plataformas de comercio electrónico. La Web2 revolucionó las interacciones sociales, acercando a productores y consumidores de información, bienes y servicios, y nos permitió disfrutar de interacciones P2P a escala global, pero siempre con un intermediario: una plataforma que actúa como intermediario de confianza entre dos personas que no se conocen o no confían entre sí. Si bien estas plataformas han hecho un trabajo fantástico al crear una economía P2P, con una capa sofisticada de descubrimiento de contenido y liquidación de valor, también dictan todas las reglas de las transacciones y controlan todos los datos de sus usuarios.
El Internet que usamos hoy en día se basa principalmente en la idea de la computadora independiente. Los datos se almacenan y administran de forma centralizada en servidores de instituciones de confianza. Los datos de estos servidores están protegidos por cortafuegos, y se necesitan administradores de sistemas para administrar estos servidores y sus cortafuegos. Tratar de manipular datos en un servidor es como irrumpir en una casa, donde la seguridad es proporcionada por una valla y un sistema de alarma.
En este contexto, blockchain parece ser una fuerza impulsora de la Internet de próxima generación, a lo que algunos se refieren como la Web3. Blockchain reinventa la forma en que se almacenan y gestionan los datos. Proporciona un conjunto único de datos (una capa de estado universal) que se administra colectivamente. Esta capa de estado única habilita por primera vez una capa de liquidación de valores para Internet. Nos permite enviar archivos de forma protegida contra copia, lo que permite transacciones P2P verdaderas sin intermediarios, y todo comenzó con la aparición de Bitcoin.
La cadena de bloques de Bitcoin y protocolos similares están diseñados de una manera que necesitaría irrumpir en varias casas de todo el mundo simultáneamente, cada una con su propia valla y sistema de alarma, para romperlas. Esto es posible, pero prohibitivamente caro. En la Web3, los datos se almacenan en varias copias de una red P2P. Las reglas de gestión se formalizan en el protocolo y se aseguran por consenso mayoritario de todos los participantes de la red, que se incentivan con un token de red nativo para sus actividades. Blockchain, como la columna vertebral de la Web3, redefine las estructuras de datos en el backend de la Web, ahora que vivimos en un mundo conectado. Introduce una capa de gobierno que se ejecuta en la parte superior de Internet actual, que permite que dos personas que no se conocen o no confían entre sí lleguen a acuerdos y los resuelvan a través de la Web.