Los romanos establecen altos estándares en términos de belleza femenina: piel impecable, tez pálida con solo un toque de cabello rosado, peinado en un color seductor y ojos grandes y brillantes. En la búsqueda de este ideal, las mujeres recurrieron a los cosméticos, aplicando una amplia variedad de productos, incluidos el plomo blanco como base, el aceite de almendras como crema facial, el hollín como maquillaje para los ojos, el tinte para el cabello hecho con jugo de bayas de saúco, el arsénico para eliminar el vello no deseado y las heces del vino como colorete.
En la literatura contemporánea, escrita casi exclusivamente por hombres, el maquillaje se convirtió en un medio para expresar ideas de riqueza, salud, estatus y género, así como belleza. Los cosméticos a menudo recibían una prensa negativa; su uso era satirizado y presentado como una lámina inferior a la belleza natural en gran parte de la poesía elegíaca sobreviviente. En contraste, sin embargo, la Historia Natural de Plinio el Viejo ofrece información más objetiva, mientras que en los poemas de los cosméticos Ovidios se presentan positivamente, como una característica de la sofisticada vida urbana.
Los elementos necesarios de la belleza femenina romana, como la tez pálida y los grandes ojos oscuros, no solo se describen en textos literarios, sino que también se encuentran en pinturas, relieves funerarios y mosaicos. El idealismo es la retórica de la imagen visual y, al igual que las imágenes de mujeres en las páginas de moda de las revistas de hoy en día se pintan y retocan con photoshop, presentándonos a mujeres que se parecen poco a la gente común, existía un contraste similar entre la representación de las mujeres en el arte romano y sus contrapartes en la vida real.
De hecho, hay poca evidencia que represente claramente a las mujeres romanas que realmente usan maquillaje, pero hay una serie de ejemplos de mujeres que aplican productos de belleza. Las escenas de toilette aparecen con frecuencia en el arte, aludiendo de nuevo a ideas de riqueza, estatus y género. Además del toilette, los objetos visibles en estas obras de arte incluyen espejos, cucharas y paletas para la preparación y botellas y cajas para el almacenamiento, que sobreviven en cantidades considerables entre los pequeños hallazgos en el registro arqueológico. Son el detritus de la vida cotidiana.
Observar toda la evidencia relacionada con los cosméticos, ya sea escrita, visual o material, es un principio esencial de la investigación; cada medio tiene algo que contribuir al panorama general. Además, una cuidadosa comparación de estos diferentes tipos de material no solo resalta la importancia del maquillaje per se en el mundo antiguo, sino que también presenta la perspectiva de una interpretación más clara de la retórica que rodea el tema, al actuar como contrapeso a los problemas de tipos específicos de evidencia: por ejemplo, la exclusividad del texto de autor masculino, la posibilidad de supervivencia de los artefactos y la falta de pintura en la escultura. Mirar este panorama general también nos ofrece la posibilidad de una mejor comprensión de la realidad de la vida cotidiana contemporánea.
Tres ejemplos muestran cómo puede funcionar este enfoque. En primer lugar, considere la ausencia de la cara maquillada en el arte romano. Lejos de ser extraña, esta omisión encaja bien con la evidencia encontrada en las fuentes escritas. Ovidio comenta: «¿Por qué debería ver lo que hace que tu piel sea tan blanca? Mantén la puerta cerrada y no me dejes ver el trabajo hasta que esté terminado.»El producto terminado, es decir, el rostro de la mujer, no debería exhibir la mecánica por la que se había logrado tal apariencia.
En segundo lugar, comparar una escena de toilette representada en arte, en este caso el relieve Neumagen, con un objeto como el espejo Wroxeter, puede plantear preguntas interesantes. ¿Qué tan claro era el reflejo en un espejo de metal pulido? Si la claridad estaba en duda, ¿qué significaba esto para la relación de la matrona y sus sirvientes? ¿La amante, por ejemplo, dependía de sus esclavos para obtener una opinión precisa o, con suerte, honesta con respecto a su apariencia?
En tercer lugar, podemos llenar los envases cosméticos encontrados entre las evidencias arqueológicas con los contenidos descritos en textos escritos. El tocador de mujer, en el que, según Ovidio, «encontrarás cajas y mil colores», cobra vida cuando se combina con un pequeño hallazgo, tal vez una olla o una botella, especialmente donde quedan residuos. La llamada crema de Londinium, que consiste en una mezcla de grasa animal, almidón y estaño, es un ejemplo notable de tal hallazgo. Las técnicas modernas no invasivas, como la radiación sincrotrón y la espectrometría de masas, se pueden utilizar cuando el recipiente es frágil o los residuos son difíciles de extraer. El maquillaje importaba en el mundo antiguo y hoy merece una seria consideración.
Susan Stewart es la autora de Cosméticos y perfumes en el Mundo romano (Tempus, 2007).