La relatividad general es uno de los pilares de la física moderna. Gobierna los fenómenos a gran escala del cosmos, desde las órbitas planetarias en el sistema solar hasta las estrellas y galaxias, así como la evolución del universo en su conjunto.
Otro pilar, la teoría cuántica (que gobierna las propiedades de la materia en escalas microscópicas), es al menos igual de fundamental. Desarrollado a principios del siglo XX, forma la base de la física de partículas elementales, gobierna el comportamiento de los átomos y sienta las bases de la física de estado sólido. Dondequiera que vayamos, cumplimos con sus aplicaciones, desde punteros láser y reproductores de CD hasta transistores en dispositivos electrónicos.
Los físicos han logrado formular teorías cuánticas que describen el electromagnetismo y las fuerzas elementales responsables de la desintegración radiactiva y la estabilidad de los núcleos atómicos, teorías que han sido probadas con éxito en aceleradores de partículas, y que incluyen la relatividad especial como parte integral.
Sin embargo, todavía falta una teoría cuántica de la gravedad, aunque no por falta de intentarlo. Hay una serie de teorías candidatas prometedoras que sugieren cómo podría verse la gravedad cuántica, pero hasta ahora, ninguna de ellas resuelve el problema por completo.