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La compleja decoración de La Casa de los Azulejos, o la Casa de los Azulejos, es un registro duradero del arte y la historia de México. La fachada del edificio está cubierta de azulejos azules, blancos y amarillos; su interior cuenta con un mural del famoso pintor mexicano José Clemente Orozco; y su atrio con techo de vidrio contiene pilares de piedra, murales y una fuente. Estas paredes lujosamente decoradas han sido testigos de un microcosmos de la historia mexicana, albergando a nobles y organizaciones de trabajadores antes de convertirse en la rama más hermosa de una cadena de restaurantes.

Desde el 17 y 19 siglos, el edificio sirvió como residencia de los Condes del Valle de Orizaba y sus familias. Hay leyendas que compiten sobre sus famosos azulejos, que aparecieron alrededor de 1735. Uno sostiene que el mosaico fue el resultado de una disputa entre un padre y su hijo, que festejaron demasiado. Según la historia, cuando el padre del joven le dijo que no servía para nada, limpió su acto, creció su fortuna y cubrió la casa de su familia con azulejos para demostrarle a su padre que al menos era bueno para hacer hermosos edificios. Una explicación alternativa sostiene que una condesa se inspiró en los edificios de Puebla y cubrió su mansión familiar con los azulejos tradicionales de la región.

A finales del siglo XIX, el edificio dejó manos de la familia aristocrática y se convirtió en el Jockey Club, hogar de intelectuales de élite, y luego en la organización de trabajadores Casa del Obrero Mundial. En 1917, prevaleció el capitalismo, y el edificio fue comprado por Sanborns, una incipiente cadena de restaurantes y tiendas fundada por dos hermanos de California. Sigue siendo un Sanborn hasta el día de hoy.

Hoy en día, los visitantes pueden hacer una pausa fuera de la fachada de azulejos para tomarse una selfie o quedarse en el restaurante de servicio completo de Sanborns. El amplio menú de Sanborns, decorado con los mismos pavos reales que salpican las opulentas paredes del atrio, incluye carne, hamburguesas y clásicos mexicanos como tacos, pozoles y molletes. Entre las otras maravillas arquitectónicas del Centro Histórico de la Ciudad de México, La Casa de los Azulejos sigue siendo un lugar de encuentro histórico para turistas, lugareños e intelectuales.

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