El yogur es un elemento de desayuno siempre popular, una merienda, un batido de refuerzo de proteínas e incluso un excelente adobo y acompañamiento para algunos platos salados. Pero, ¿qué es exactamente lo que caracteriza al yogur y debería comerlo? Descubre las 5 cosas que necesitas saber aquí.
Por ley, todo lo que se llama yogur debe estar hecho de unos pocos ingredientes comunes: leche, además de dos especies de bacterias: Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus. Otros ingredientes como frutas y sabores, así como otras bacterias, son opcionales.
¿Qué hace que los yogures sean diferentes? Mirjana Curic-Bawden, experta de Christian Hansen en la fabricación de yogur, explica que hay muchas variaciones dentro de dos especies bacterianas; por ejemplo, algunas consumen lactosa más rápido que otras, mientras que otras liberan más de ese sabor ácido y ácido. Además, algunas bacterias tienen una herencia larga y lejana y se recolectaron originalmente en las tierras de origen del yogur, es decir, Grecia, Turquía, Bulgaria, los Balcanes y la región del Cáucaso.
Un cultivo típico para hacer yogur contiene de cuatro a seis cepas de bacterias. Muchos fabricantes de yogur agregan especies adicionales de bacterias a la mezcla, como Lactobacillus acidophilus, Bifidus regularis y Lactobacillus casei. Estos son los probióticos que se promocionan para mejorar la salud intestinal, pero no afectan mucho el sabor del yogur.
¡Beneficios más allá del intestino! Las investigaciones han descubierto que los microorganismos beneficiosos desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento de nuestros cuerpos. Y se ha hecho evidente que la influencia va más allá del intestino. Nuestra mezcla personal de bacterias influye en nuestra inmunidad contra las alergias, el eccema y el asma, entre otras cosas.
¡Tus instintos y sentimientos viscerales podrían estar bien! «El eje intestino-cerebro es la vía de comunicación colectiva entre el tracto gastrointestinal y el cerebro», explica John Cryan, profesor de anatomía y neurociencia en el University College de Cork, Irlanda. Cryan descubrió que cuando él y su equipo tomaron una cepa de lactobacilo y la alimentaron a un grupo de ratones todos los días durante un mes, estaban mucho menos ansiosos»» se comportaron casi como si estuvieran tomando Valium o Prozac», según Cryan. Ahora, los investigadores están empezando a comprender cómo nuestro intestino afecta nuestra salud emocional.